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Los maquis del Albaicín: la leyenda de los hermanos Quero


Amanecía el abril de 1939. Los gritos de “¡No pasarán!” daban paso al brazo extendido y al

“¡Franco, Franco, Franco!”. El fallido Golpe de Estado de julio del 36 se materializaba en

régimen y, aunque pareciera que la guerra fratricida que tantas vidas había segado había

llegado a su fin, el derramamiento de sangre aún estaba lejos de terminar.


En esta España y en una Granada oscura, hambrienta y mermada por la guerra, Pepe, Antonio, Paco y Pedro Quero, conocidos como “los hermanos Quero”, encarnaron el único caso de guerrilla urbana de Andalucía, de guerrilleros que se paseaban por su barrio, por el centro, escondiéndose en plena calle, llegando a resistir cerca de una década. Las estrechas y laberínticas calles del Albaicín y el Sacromonte, hogar de los hermanos, favorecieron la carencia de resultados de las batidas de las autoridades, convirtiendo a estos pobres granadinos en un mito de resistencia en la ciudad nazarí de la época.


Para Antonio, Pepe y Pedro Quero Robles, el volver a casa del frente no supuso el fin del conflicto. Estos se alistaron a las brigadas populares del Ejército Republicano durante la Guerra y el volver a casa implicó verse entre rejas y represión, en concreto para Antonio y Pepe. Ante el temor de ser “paseados” y ver su fin al alba una mañana cualquiera, se escaparon de la antigua prisión de “la Campana”, justo en frente de la antigua Prisión Provincial de Granada, uniéndose a una partida guerrillera y conformando luego el grupo que llevaría su apellido, junto al resto de los Quero y algunos otros paisanos.

Desde 1940 a 1947, los hermanos Quero mantuvieron su resistencia al régimen, convirtiéndose en una especie de Robin Hood nazarí

Desde 1940 a 1947, los Quero mantuvieron su resistencia al régimen, convirtiéndose en una

especie de Robin Hood nazarí, repartiendo entre las familias necesitadas parte del botín de los robos realizados a bancos y autoridades franquistas. Tal vez sea por esto, junto al largo tiempo que lograron sortear a las fuerzas del orden del régimen y la represión, que se vieron

amparados por el secreto y apoyo de la población.


Entre los hermanos Quero, también se encuentra uno de los casos de los “topos” de la ciudad de Granada. Estos personajes, repartidos a lo largo y ancho del suelo español, una vez acabada la guerra se ocultaron en nichos, zulos y huecos en sus casas, por miedo a ser ejecutados y otras represalias. No pudo ser menos en la Placeta de las Castillas número 20, donde estaba situada la casa de la familia Quero Robles. En el hueco de la escalera de la casa familiar, Pedro, el mayor de los hermanos, estuvo escondido hasta 1945, cuando se unió a sus hermanos para combatir activamente al régimen franquista.


Desde el campo, al Albaicín, pasando por los alrededores de la Catedral hasta Sacromonte, se mantuvieron siempre por delante de las autoridades, hasta que tras largo tiempo de

resistencia les fueron dando caza. El 12 de julio de 1945, Pedro Quero, malherido tras ser

descubierto y cercado, se suicidó al verse acorralado. El 6 de noviembre de 1944, en el

secuestro del industrial Francisco Contreras Palma, dueño de los Almacenes Contreras, situado en el Carril del Picón número 13, el hijo del mismo irrumpió en el edificio tiroteando con una escopeta a Pepe Quero, hasta entonces líder del grupo. El 30 de marzo de 1946 fue el turno de Paco Quero Robles, el cual fue sorprendido al salir de una casa en Plaza de los Lobos junto a “El Palomica”, siendo tiroteado en plena calle por las fuerzas del orden. Antonio, el último de los hermanos Quero, fue descubierto junto a los últimos del grupo de guerrilleros en la casa de Manuel Lorite Serrano, un miembro del Comité Regional del PCE, en el Camino de Ronda número siete. Al cabo de tres días de asedio a la casa, y tras una breve conversación con su padre, que fue llevado allí por la policía, fue dado muerto, según la familia, por suicidio o, según las fuentes oficiales de la época, por asalto.



Esta es una de las tantas historias que se han intentado dejar caer en la fosa del olvido. Pero la memoria de aquellos de la Placeta de las Castillas número 20 no debe olvidarse. Los hermanos Quero no aceptaron el destino de ser “paseados” al alba y se convirtieron en mito para la

resistencia al franquismo. En este caso, y en todos, la memoria no es una cuestión de quien perdona y quien otorga el perdón, sino de no olvidar, reparar y entender lo que en estos días pasó. Recordar la historia de los hermanos Quero, recordar el pasado para construir el presente.

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